viernes, 5 de enero de 2018

Dante y Bartolomé Mitre: Infierno, Canto V

CANTO QUINTO
CÍRCULO SEGUNDO: LUJURIA
MINOS, PECADORES CARNALES, FRANCESCA DE RÍMINI

Segundo círculo del infierno. Minos examina las culpas a la entrada, y señala, a cada alma condenada el sitio de su suplicio. Círculo de los Injuriosos donde comienza la serie de los siete pecados capitales. Francesco de Rímini.

Así bajé del círculo primero,
al segundo, en que en trecho más cerrado,
más gran dolor, aúlla plañidero.

Allí, Minos, horrible, gruñe airado;
examina las culpas a la entrada:
juzga y manda, según ciñe el pecado.

Digo, que cuando el alma malhadada,
ante su faz, desnuda se confiesa,
aquel conocedor de la culpada,

ve de qué sitio del infierno es presa,
y cíñese la cola, y cada vuelta,
marca el grado a que abajo la endereza.

Presente hay siempre, multitud revuelta:
cada alma se declara ante su juicio;
la escucha, y al abismo baja vuelta.

«¿Qué buscas del dolor en el hospicio?»
Gritó Minos, mirando de hito en hito,
y suspendiendo su severo oficio.

«¡Guay de quien fías, y no seas cuito!
¡No te engañe la anchura de la entrada!»
Y mi guía le dijo: «¿A qué ese grito?

«No le interrumpas su fatal jornada:
lo quiere así, quien puede y ha podido
lo que se quiere. ¡No preguntes nada!»

Ora comienza el grito dolorido
a resonar en la mansión del llanto,
y el corazón golpea y el oído.

Era un lugar mudo de luz, en tanto
que mugía cual mar embravecida,
por encontrados vientos, con espanto.

La borrasca infernal, siempre movida,
los espíritus lleva en remolino,
y los vuelca y lastima a su caída.

Y en el negro confín del torbellino,
se oyen hondos sollozos y lamentos,
que niegan de virtud el don divino.

Eran los condenados a tormentos,
los pecadores, de la carne presa,
que a instintos abajaron pensamientos.

Cual estorninos, que en bandada espesa,
en tiempo frío, el ala inerte estiran,
así van ellos en bandada opresa.

De aquí, de allá, de arriba, abajo, giran,
sin esperanza de ningún consuelo:
ni a menos pena ni al descanso aspiran.

Como las grullas, que en tendido vuelo
hienden el aire, al son de su cantiga,
así van, arrastrados en su duelo,

por aquel huracán que los fustiga.
«¿Quienes son», pregunté, «que en giro eterno,
el aire negro con furor castiga?»

«La primera que ves en este infierno,»
me dijo, «emperatriz fue de naciones
de muchas lenguas, con poder superno:

«Rota fue de lujuria, y sus pasiones
en leyes convirtió, y así la afrenta
quiso en vida borrar de sus acciones:

«la Semíramis fue, de quien se cuenta,
dio de mamar a Nino y fue su esposa,
donde hoy el trono de Soldán se asienta.

«La otra que ves, se suicidó amorosa,
infiel a las cenizas de Siqueo:
la otra es Cleopatra, reina lujuriosa.»

Y a Helena vi, causa y fatal trofeo
de larga lucha; y víctima de amores,
al grande Aquiles, hijo de Peleo;

y a Paris y a Tristán, y de amadores,
las sombras mil, por el amor heridas,
que dejaron su vida en sus ardores.

Luego que supe las antiguas vidas,
sentí de la piedad el soplo interno,
desmarrido por tantas sacudidas.

«Hablar quisiera con lenguaje tierno»,
dije, «a esas sombras que ayuntadas vuelan,
tan leves como el aire en este infierno».

Y díjome: «Por el amor que anhelan,
pídeles que se acerquen, y a tu ruego
vendrán, cuando los vientos las impelan».

Y cuando el viento nos las trajo luego,
interpelé a las almas desoladas:
«Venid a mí, y habladme con sosiego».

Cual dos palomas por amor llevadas,
con ala abierta vuelan hacia el nido,
por una misma voluntad aunadas,

así, del grupo donde estaba Dido,
cruzaron por el aire malignoso,
tan simpático fue nuestro pedido.

Y exclamaron: «¡Oh, ser tan bondadoso,
que buscas al través del aire impío,
las víctimas de un mundo sanguinoso!

«Si Dios escucha nuestro ruego pío.
por tu paz rogaremos en buen hora,
pues que te apiada nuestro mal sombrío.

«Y pues oír y hablar tu voz implora
te hablaremos prestándote el oído,
mientras el viento calla, como ahora.

«Se halla la tierra donde yo he nacido
en la marina donde el Po desciende,
en paz con sus secuaces confundido.

«Amor, que alma gentil súbito prende
a este prendó de la gentil persona,
que me quitó la herida que aun me ofende.

«Amor, que a nadie amado, amar perdona,
me ató a sus brazos, con placer tan fuerte,
que como ves, ni aun muerta me abandona.

«Amor llevonos a la misma muerte,
Caína, espera al matador en vida
Las dos sombras me hablaron de esta suerte.

Al escuchar aquélla ánima herida,
bajé la frente, y el poeta amado,
«|Qué piensas?» preguntome, y dolorida,

salió mi voz del pecho atribulado:
«¡Qué deseos, qué dulce pensamiento,
les trajeron un fin tan malhadado!»

Y volviéndome a ellos al momento,
díjeles: «¡Oh Francesca! ¡tu martirio,
me hace llorar con pío sentimiento!

«Mas, del dulce, suspiro en el delirio,
¿Cómo te dio el Amor tímido acuerdo,
que abrió al deseo de tu seno el lirio!»

Y ella: «¡Nada es más triste que el recuerdo
de la ventura, en medio a la desgracia!
¡Muy bien lo sabe tu maestro cuerdo!

«Pero si tu bondad aun no se sacia,
te contaré, como quien habla y llora,
de nuestro amor la primitiva gracia.

«Leíamos un día, en grata hora,
del tierno Lanceloto la ventura,
solos, y sin sospecha turbadora.

«Nuestros ojos, durante la lectura
se encontraron: ¡perdimos los colores,
y una página fue la desventura!

«Al leer que el amante, con amores
la anhelada sonrisa besó amante,
este, por siempre unido a mis dolores,

«la boca me besó, todo tremante...
¡El libro y el autor... Galeoto han sido...!
¡Ese día no leímos adelante!»

Así habló el un espíritu dolido,
mientras lloraba el otro; y cuasi yerto,
de piedad, me sentí desfallecido,

y caí, como cae un cuerpo muerto.

Versión castellana de BARTOLOMÉ MITRE.

CANTO V

Canto quinto, nel quale mostra del secondo cerchio de l’inferno, e tratta de la pena del vizio de la lussuria ne la persona di più famosi gentili uomini.

Così discesi del cerchio primaio
giù nel secondo, che men loco cinghia
e tanto più dolor, che punge a guaio. 3

Stavvi Minòs orribilmente, e ringhia:
essamina le colpe ne l’intrata;
giudica e manda secondo ch’avvinghia. 6

Dico che quando l’anima mal nata
li vien dinanzi, tutta si confessa;
e quel conoscitor de le peccata 9

vede qual loco d’inferno è da essa;
cignesi con la coda tante volte
quantunque gradi vuol che giù sia messa. 12

Sempre dinanzi a lui ne stanno molte:
vanno a vicenda ciascuna al giudizio,
dicono e odono e poi son giù volte. 15

"O tu che vieni al doloroso ospizio",
disse Minòs a me quando mi vide,
lasciando l’atto di cotanto offizio, 18

"guarda com’entri e di cui tu ti fide;
non t’inganni l’ampiezza de l’intrare!".
E ’l duca mio a lui: "Perché pur gride? 21

Non impedir lo suo fatale andare:
vuolsi così colà dove si puote
ciò che si vuole, e più non dimandare". 24

Or incomincian le dolenti note
a farmisi sentire; or son venuto
là dove molto pianto mi percuote. 27

Io venni in loco d’ogne luce muto,
che mugghia come fa mar per tempesta,
se da contrari venti è combattuto. 30

La bufera infernal, che mai non resta,
mena li spirti con la sua rapina;
voltando e percotendo li molesta. 33

Quando giungon davanti a la ruina,
quivi le strida, il compianto, il lamento;
bestemmian quivi la virtù divina. 36

Intesi ch’a così fatto tormento
enno dannati i peccator carnali,
che la ragion sommettono al talento. 39

E come li stornei ne portan l’ali
nel freddo tempo, a schiera larga e piena,
così quel fiato li spiriti mali 42

di qua, di là, di giù, di sù li mena;
nulla speranza li conforta mai,
non che di posa, ma di minor pena. 45

E come i gru van cantando lor lai,
faccendo in aere di sé lunga riga,
così vid’io venir, traendo guai, 48

ombre portate da la detta briga;
per ch’i’ dissi: "Maestro, chi son quelle
genti che l’aura nera sì gastiga?". 51

"La prima di color di cui novelle
tu vuo' saper", mi disse quelli allotta,
"fu imperadrice di molte favelle. 54

A vizio di lussuria fu sì rotta,
che libito fé licito in sua legge,
per tòrre il biasmo in che era condotta. 57

Ell’è Semiramìs, di cui si legge
che succedette a Nino e fu sua sposa:
tenne la terra che ’l Soldan corregge. 60

L’altra è colei che s’ancise amorosa,
e ruppe fede al cener di Sicheo;
poi è Cleopatràs lussurïosa. 63

Elena vedi, per cui tanto reo
tempo si volse, e vedi ’l grande Achille,
che con amore al fine combatteo. 66

Vedi Parìs, Tristano"; e più di mille
ombre mostrommi e nominommi a dito,
ch’amor di nostra vita dipartille. 69

Poscia ch’io ebbi ’l mio dottore udito
nomar le donne antiche e ’ cavalieri,
pietà mi giunse, e fui quasi smarrito. 72

I’ cominciai: "Poeta, volontieri
parlerei a quei due che ’nsieme vanno,
e paion sì al vento esser leggeri". 75

Ed elli a me: "Vedrai quando saranno
più presso a noi; e tu allor li priega
per quello amor che i mena, ed ei verranno". 78

Sì tosto come il vento a noi li piega,
mossi la voce: "O anime affannate,
venite a noi parlar, s’altri nol niega!". 81

Quali colombe dal disio chiamate
con l’ali alzate e ferme al dolce nido
vegnon per l’aere, dal voler portate; 84

cotali uscir de la schiera ov’è Dido,
a noi venendo per l’aere maligno,
sì forte fu l’affettüoso grido. 87

"O animal grazïoso e benigno
che visitando vai per l’aere perso
noi che tignemmo il mondo di sanguigno, 90

se fosse amico il re de l’universo,
noi pregheremmo lui de la tua pace,
poi c’ hai pietà del nostro mal perverso. 93

Di quel che udire e che parlar vi piace,
noi udiremo e parleremo a voi,
mentre che ’l vento, come fa, ci tace. 96

Siede la terra dove nata fui
su la marina dove ’l Po discende
per aver pace co’ seguaci sui. 99

Amor, ch'al cor gentil ratto s'apprende,
prese costui de la bella persona
che mi fu tolta; e 'l modo ancor m'offende. 102

Amor, ch’a nullo amato amar perdona,
mi prese del costui piacer sì forte,
che, come vedi, ancor non m’abbandona. 
105

Amor condusse noi ad una morte.
Caina attende chi a vita ci spense".
Queste parole da lor ci fuor porte. 108

Quand’io intesi quell’anime offense,
china’ il viso, e tanto il tenni basso,
fin che ’l poeta mi disse: "Che pense?". 111

Quando rispuosi, cominciai: "Oh lasso,
quanti dolci pensier, quanto disio
menò costoro al doloroso passo!". 114

Poi mi rivolsi a loro e parla’ io,
e cominciai: "Francesca, i tuoi martìri
a lagrimar mi fanno tristo e pio. 117

Ma dimmi: al tempo d’i dolci sospiri,
a che e come concedette amore
che conosceste i dubbiosi disiri?". 120

E quella a me: "Nessun maggior dolore
che ricordarsi del tempo felice
ne la miseria; e ciò sa 'l tuo dottore. 123

Ma s’a conoscer la prima radice
del nostro amor tu hai cotanto affetto,
dirò come colui che piange e dice. 126

Noi leggiavamo un giorno per diletto
di Lancialotto come amor lo strinse;
soli eravamo e sanza alcun sospetto. 
129

Per più fïate li occhi ci sospinse
quella lettura, e scolorocci il viso;
ma solo un punto fu quel che ci vinse. 132

Quando leggemmo il disïato riso
esser basciato da cotanto amante,
questi, che mai da me non fia diviso, 135

la bocca mi basciò tutto tremante.
Galeotto fu ’l libro e chi lo scrisse:
quel giorno più non vi leggemmo avante". 138

Mentre che l'uno spirto questo disse,
l'altro piangëa; sì che di pietade
io venni men così com'io morisse. 141

E caddi come corpo morto cade.
Divina Commediaa cura di Giorgio Petrocchi.
Casa Editrice Le Lettere. Firenze, 1994.