viernes, 29 de mayo de 2015

Madame de Staël: Mi primer encuentro con Bonaparte


http://delamirandola.com/titulos/202-napoleon-retrato-tirano
Este pasado mes de abril Ediciones De La Mirándola publicó Napoleón - Retrato de un tirano, volumen que recopila las páginas que le dedicó Germaine de Staël al hombre por quien sentía tanto rechazo como, quizás involuntaria, fascinación. De ambos sentimientos da fe esta página que fue eliminada de la publicación póstuma de Diez años de exilio.

CUANDO se dio a conocer por primera vez en las campañas de Italia, yo sentí por él el más vivo entusiasmo. Las instituciones republicanas perdían en Francia toda dignidad debido a los métodos que se habían empleado para sostenerlas; uno sentía casi remordimientos por las más nobles opiniones cuando se las encontraba claramente expresadas en los actos más crueles; la turbación se apoderaba de la mente y del alma cuando algunos hombres sanguinarios reclamaban la libertad y transformaban en víctimas a hombres estimables. Era imposible estar del todo con ningún partido, ni con el de los perseguidores ni con el de los perseguidos, y uno no sabía sobre quién ejercer la más bella facultad de los hombres, la admiración. La gloria militar inspira entusiasmo con mucha facilidad; las proclamas en Italia estaban hechas para inspirar confianza en Bonaparte. En ellas reinaba un tono de nobleza y dignidad que contrastaba con la aspereza revolucionaria de los jefes civiles de Francia. El guerrero hablaba en ese entonces como un magistrado, mientras que los magistrados se expresaban con violencia militar. Bonaparte no había hecho aplicar las leyes bárbaras en contra de los emigrados. Se decía que amaba con pasión a su mujer, cuyo carácter rebosa de dulzura y bondad. Se aseguraba que tenía predilección por el Ossian, ese poema en el que el amor por la guerra se mezcla con un sentimiento de melancolía, que somete tanto al vencedor como al vencido a la misma tristeza del corazón.

  Todas esas circunstancias me inspiraban por Bonaparte, antes de conocerlo, una admiración tal que la primera vez que lo vi, a su regreso de Italia, una emoción invencible casi me impidió hablarle y responderle. En ese entonces Bonaparte carecía de poder; estaba amenazado, incluso, por la persecución; me parece que habría tenido que conservar un recuerdo agradable de un homenaje desinteresado, él, que estaba llamado a recibir tantos otros de una naturaleza tan diferente. Desde el primer momento me inspiró el sentimiento más vivo de temor que jamás me haya hecho sentir una criatura humana. Yo había visto hombres feroces y hombres respetables; en el efecto que él me produjo no había nada que se pareciese a unos o a otros. Me daba cuenta de que no era ni malo ni bueno, ni violento ni manso, pero que era un ser humano sin nadie que se le pareciese, que valía más y menos que un hombre porque nada lo conmovía, aunque se tomaba a sí mismo como fin de todos sus actos, por lo que los demás sólo influían en su existencia como hechos o ideas, pero nunca como individuos.

Napoleón - Retrato de un tirano
Traducción de Miguel Ángel Frontán y Carlos Cámara.
  © Ediciones De La Mirándola, abril de 2015.
http://delamirandola.com/